The Diamond, its myths and legends

Cuántas veces hemos oído “el diamante, el mejor amigo de una mujer” o “los diamantes son para siempre” porque un diamante simboliza el amor, la pureza y la fuerza eterna. Y, cierto es,  pero el diamante es mucho más que eso.

Hoy quiero hablarte de las leyendas que le acompañan.

En el transcurso de la historia, los diamantes han embrujado a la humanidad con su seductora belleza y creencias sobrenaturales. Desde su hallazgo allá por el 2500 a. C., esta piedra preciosa es protagonista de muchos mitos y leyendas según las distintas culturas y épocas de la historia.

Las leyendas del diamante se enlazan siempre con tres temas: salud, conocimiento y amor. Todos conocemos la relación entre los diamantes y el amor, pero en la antigüedad se creía que los diamantes y las piedras preciosas tenían propiedades mágicas, curativas e iluminadoras.

En la época de los faraones

En el antiguo Egipto, 3000 a. C., se cuenta que se colocó un diamante en el medio del Ankh, también conocido como cruz ansata o egipcia.

El Ankh es el amuleto que representa la vida eterna y los diamantes representaban el sol, símbolo del poder, el coraje y la verdad. Aquí surge la práctica de usar anillos de compromiso y alianzas de boda y llevarlas en el dedo anular de la mano. Creían, de forma errónea, que a través de ese dedo pasaba una vena que iba directa al corazón.

 

 

En la India antigua

A los hindúes se les conoce por usar diamantes en los ojos de sus estatuas, ya que creían que los diamantes se formaban cuando los rayos caían sobre las rocas.

La deidad india Krishna le ofreció un gran diamante a su puro amor, Radha, para reflejar su belleza, ya que era lo más bello que había visto bajo el brillo de la Luna.

La pureza, el brillo y la fuerza del diamante para refractar la luz dieron paso a la leyenda de que los diamantes eran un símbolo de claridad e invencibilidad.

En la India tienen este dicho “quien viste un diamante verá cómo el peligro se aleja”.

 

 

Antiguos griegos y romanos

Los antiguos romanos y griegos creían que los diamantes eran las lágrimas de los dioses o las astillas que se habían desprendido de las estrellas fugaces.

Sus creencias en relación a las propiedades de los diamantes eran muy poderosas, por eso, la realeza y los guerreros llevaban corazas con diamantes para protegerse de las armas de sus enemigos y tener salud.

 

Invencible

“Diamante” proviene de la palabra griega “adamas” que significa inalterable y se ha asociado con poderes como la fuerza, el amor, el poder y la riqueza.

En el siglo VIII a. C., la leyenda cuenta que Chronos transformó a un joven llamado Adamas en una piedra preciosa. Este poseía una fuerza y ​​una fortuna increíbles, se consideraba un amuleto contra los venenos y fortalecía el amor y fidelidad entre las parejas.

 

Edad Media

Durante la Edad Media (entre el siglo V y el XV), creían  que los diamantes tenían poderes curativos excepcionales. El diamante era la “piedra milagrosa”.  Calentaban el cristal y lo ponían encima del cuerpo para extraer las toxinas dañinas y curar al enfermo.

También se afirmaban que los diamantes tenían un poder en el equilibrio y la claridad en la mente de las personas y podían aumentar su energía cuando se armonizaban con otros cristales como la amatista.

 

Inocente o culpable

Durante la historia, también se creía que los diamantes tenían poderes místicos de conocimiento y se podía saber si la persona mentía o no. Si la persona era sincera el diamante brillaba más al colocarlo junto a esta persona. La leyenda dice que brilla intensamente junto a la verdad y no brilla cuando está sobre la mentira.

En 1600, se sugería a los hombres casados poner un diamante debajo de la almohada para saber si sus esposas les eran infieles. Seguro en esa época esta leyenda generó algunos problemas matrimoniales.

En la actualidad, los diamantes se simbolizan con el amor o su representación del sentimiento.

 

 

¿Conoces alguna leyenda más? Compártela para seguir indagando sobre el fantástico mundo de los diamantes.

Estoy deseando leerte,

Laura.